En resumen, todo esto va de tecnología (más que de innovación, que es un proceso y un estado de ánimo de las empresas para llegar a ella). Pero por definición la tecnología y el cambio tecnológico suponen incertidumbre. La tecnología es dinámica; cambia y mejora constantemente. Infatigablemente aparecen nuevas variedades y nuevas opciones. Y el cambio tecnológico es sistémico. Es decir, que la tecnología no aparece sin ningún cambio en su entorno. La introducción de una nueva tecnología se acompaña por ejemplo de la infraestructura para producirla y distribuirla. Así, los coches necesitaron las carreteras y las estaciones de combustible. O Internet se ha desarrollado con la infraestructura de la fibra óptica. Esta interdependencia tecnológica hace que los cambios sean lentos y caros. Además, hoy el proceso de adopción de novedades es muy rápido. Ello, conjuntamente con el elevado grado de disrupción, introduce enormes exigencias a las empresas de toda la vida.
La tecnología se asocia a expectativas y esto es aún más acentuado en sus estadios iniciales, cuando se trata de tecnologías emergentes. Las expectativas son la fuerza motriz que determina la evolución del sistema, ya que motivan y mueven a los actores respectivos. Las expectativas son “performativas” por naturaleza y conforman la dinámica de la trayectoria tecnológica.
Como esto va de tecnología y de disrupción y de crecimiento rápido, no es raro que las empresas tradicionales vean las startups como una oportunidad -y a veces también como una amenaza, a la que hay que vigilar. Por tanto, las startups llegan también a las “empresas tradicionales”, a las empresas de “toda la vida”, sea por relación comercial, por inversión en las mismas o por adquisición. De alguna manera, en las empresas tradicionales se configura un doble camino para innovar: El de siempre, el que cada empresa y sector debe utilizar, y el camino de las startups, que es válido para todas las empresas y sectores. Las cadenas de valor de muchos sectores se basan en ir mejorando prestaciones y precio en su oferta. Y esto lo hacen los propios sectores. Un ejemplo: el sector de sistemas industriales, en el que el proceso innovador es por naturaleza incremental. Las empresas de este sector no tienen una I+D que quiera generar innovaciones radicales. Tanto por su limitada capacidad (relacionada con el tamaño de las empresas) como también por el hecho de que los clientes no les piden cambios radicales. El cliente (como en muchos sectores) no es el tractor de grandes cambios tecnológicos. Por pragmatismo el cliente no pide grandes cambios, sólo mejoras en prestaciones y precio. Pero es que los clientes tampoco tienen conciencia de opciones mejores. En este sector de sistemas industriales, los proveedores tienen una cierta capacidad de alimentar la cadena de valor con cambios tecnológicos. Pero son a menudo las nuevas, pequeñas y dinámicas empresas (las startups) (cada vez más que las universidades o los centros tecnológicos) las que aportan las tecnologías disruptivas en estos sectores, provocando grandes mejoras de capacidad competitiva. Estas nuevas, pequeñas y dinámicas empresas son generadas endógenamente y de forma no planificada desde otras empresas del sector o bien vienen desde fuera, en forma de startups tecnológicas que inciden en el sector ya mucho antes de convertirse ellas mismas en grandes empresas tecnológicas.
La colaboración entre empresas tradicionales y startups se puede ver también de otra manera: las empresas tradicionales delegan parte del riesgo del desarrollo de novedades en las startups. La biotecnología es el gran ejemplo, que ahora es seguido y replicado en otros sectores, produciendo este estallido de las startups en el mundo. Hoy gran parte de los nuevos productos del sector farmacéutico mundial viene de las biotecs (se calcula que será el 50% en 2018). Las farmacéuticas buscan la flexibilidad y creatividad de las empresas emergentes y sobre todo renuncian al riesgo de desarrollo de nuevos productos, el cual es codificado por los emprendedores y los inversores de las startups. Las farmacéuticas compran las biotecs y biomeds a precios muy altos. Pero es que se quedan con las opciones exitosas, las que han superado el filtrado del riesgo del desarrollo. Por el camino se han quedado los mejores años de la vida profesional de muchos emprendedores y enormes inversiones en startups que no han tenido éxito.
Pero, más en detalle: ¿qué pueden sacar las empresas de este segundo camino, del camino de las startups? Pueden sacar tecnología disruptiva, para complementar los productos de la empresa, opciones de diversificación, una ventana al futuro, para anticipar amenazas, proveedores especializados, talento, etc.
Hay muchos, cada vez más, ejemplos de empresas mundiales que utilizan este modo de estar atentos al futuro, la relación con las startups a través de programas propios de incubación y aceleración. Como decíamos, el sector farmacéutico y el biotecnológico fueron los iniciadores de esta mecánica. Ahora tenemos empresas de cualquier sector. Ejemplos de empresas mundiales muy activas en este ámbito son Intel, Microsoft, Google, ABB, Unilever, Cisco, Ford, Johnson & Johnson, Sanofi, Bayer, Siemens, etc. Pero también sectores como el bancario, el de seguros o el hotelero buscan innovación y tecnología disruptivas a través de startups. Steve Blank, el gran gurú del emprendimiento, dice que las grandes empresas vuelven a enfrentarse a la necesidad de cambios estratégicos, tan importantes como los que hace 50 años implicaron que estas empresas pasaran a ser multidivisionales, con el objetivo de cubrir los retos de los múltiples segmentos de mercado, de diversificación de productos y de la expansión de mercados, también geográficos. Blank dice que las corporaciones tienen ahora que a ajustarse otra vez a un nuevo contexto. El mundo es hoy totalmente plano e interconectado. Los consumidores y los emprendedores están conectados. Ha caído el costo de entrada para nuevas empresas. La velocidad para conseguir usuarios o clientes es altísima. La competencia no sólo se determina en entornos locales, regionales o estatales sino globales. La innovación proviene de cualquier rincón del mundo y muchos mercados se han reinventado por completo. Hay una ola constante de innovación disruptiva que no sólo afecta a los sectores tecnológicos. La disrupción está también cambiando -y destruyendo- sectores que parecía que durarían para siempre: energía, salud, educación, construcción, transporte, finanzas, periódicos, entretenimiento, etc. La mayor parte de la innovación y la disrupción hoy proviene de los nuevos entrantes, jóvenes, sin miedo de romper el status quo establecido. La extensión del emprendimiento desde Silicon Valley y desde otros ecosistemas emprendedores a todo el mundo genera nuevas estrategias para la disrupción y la innovación. Blank dice que son las lecciones de estrategia que dan las startups las que indican el camino de una masiva reestructuración de las empresas que se dará en los próximos tiempos. Dice también que cada vez es más claro que el emprendimiento tecnológico será el principal motor de crecimiento en esta nueva era económica.
Se puede resumir este enfoque diciendo que hasta la fecha la tecnología se originaba en las empresas tradicionales y los centros públicos (o de funcionamiento público) de investigación. Pero ahora las startups se configuran como la gran tercera fuente de disrupción.