Queremos un futuro mejor

Todos queremos un futuro mejor. Pero no todo el mundo opina lo mismo sobre cómo construirlo. Dado el momento geopolítico en el que estamos, pensemos en ello desde la óptica continental: ¿Cómo quiere Europa construir ese futuro?

Un ejemplo: En la lucha contra el cambio climático, el continente ha decidido imponer a su industria la obligación de reducir o eliminar las emisiones, de manera acelerada. Los costes para las empresas serán elevados. También los sociales. Pero se considera que la finalidad superior lo requiere. Se piensa también que, a largo plazo, ello generará una ventaja competitiva a nuestras corporaciones frente a las del resto del mundo, así como un bienestar ambiental.

Otro ejemplo. Hace poco asistí a un interesante debate sobre inteligencia artificial. Uno de los participantes dijo, en relación con la actual competición tecnológica mundial lo siguiente. En esa competición, Europa tiene dos posibles caminos: O competir desarrollando tecnología propia o buscar una nueva vía, en la que los conceptos esenciales de futuro no sea la tecnología en si misma sino los valores relacionados con su uso. Es pues un camino que va de regulación, de ética… Él afirmó que Europa ya había escogido. Europa no se interesa tanto por la tecnología y las oportunidades de todo tipo que genera como por su impacto en las personas. Estos dos ejemplos sugieren que Europa, la elevada y virtuosa Europa, cree en algo superior y apuesta por los valores.

Veamos un tercer ejemplo, el de las universidades. Por supuesto, se las considera entidades de docencia, investigación y transferencia de tecnología y se piensa que deben contribuir al desarrollo económico. Pero, de nuevo, entre ser un agente activo de ese desarrollo o ser experto en lo que el desarrollo comporta, decantamos a nuestras instituciones hacía lo segundo. La vida diaria de las universidades (que se detecta muy rápidamente consultando el orden del día de sus múltiples órganos de gobierno) se centra en estos momentos en:

  • la docencia y la investigación;
  • en la gestión y la enorme burocracia (el extremo deseo de vigilancia de nuestra sociedad tiene su coste)
  • en la Ciencia Abierta;
  • en las nuevas formas de evaluar la investigación, a través de la Coalition for Advancing Research Assessment COARA y la San Francisco Declaration on Research Assessment (DORA);
  • en la idea de ciencia ciudadana, que va haciéndose cada vez más visible;
  • aparecen también con fuerza la investigación y la innovación socialmente responsables (un concepto que, efectivamente, trata la I+D y la innovación, pero no en sí mismas sino enfocando hacia los valores relacionados con ellas: gobernanza, ética, igualdad de género, libre acceso, participación ciudadana y educación científica);
  • en las universidades se habla hoy mucho de la Diversidad y la Igualdad de Género. Se ponen en marcha los Planes de Igualdad y los valores que de ellos emanan llegan al ámbito de la investigación.
  • En los campus, en el centro del debate diario está también la cuestión de la Ética en la Investigación.
  • Otro tema central en las universidades es la estrategia europea de recursos humanos en la investigación o Human Resources Strategy for Researchers (HRS4R)
  • Es esencial el compromiso social. Las universidades lo ejercen con determinación y dedicándole abundantes recursos, a través de la promoción del voluntariado; la atención a las personas con discapacidad o con atenciones educativas especiales; facilitando la educación de personas desplazadas por las guerras, con la promoción de la salud, etc. etc.
  • Están asimismo sobre el tapete cuestiones como la sostenibilidad ambiental, con planes institucionales de ambientalización, de emergencia energética, de movilidad sostenible, etc.
  • Se tratan también y regulan las normas de convivencia de la comunidad universitaria.

Con todo ello, y abreviando, ¿queda tiempo para debatir sobre el desarrollo económico y para promoverlo? La respuesta es que el día se hace corto. A nuestras universidades les pedimos y asignamos multitud de responsabilidades y ésta no es altamente prioritaria.

Hay otro modelo de universidad (cada vez más extendido por el planeta), que se halla en el corazón de los centros tecnológicos mundiales (las dos costas americanas, Israel, el triángulo dorado del sur del Reino Unido…). Son entidades que han institucionalizado normas y procedimientos para promover el desarrollo de su territorio. Académicos y pensadores han descrito este tipo de institución motor de progreso económico. Por ejemplo, Nathan Rosenberg, ese economista americano especializado en historia de la tecnología; Burton Clark o también Henry Etzkowitz, de quién, si queréis sintetizar su profusa obra académica, os recomiendo la lectura del libro MIT and the Rise of Entrepreneurial Science.

Los valores europeos se filtran a través de las rocas de nuestro sistema universitario, determinan su cultura e impregnan la vida diaria de estas instituciones. Recordemos lo que dice uno de los cuatro objetivos de la European Strategy for Universities: Debemos convertir a nuestras universidades en luces o faros del estilo de vida europeo. Eso implica “apoyar a las universidades para ofrecer competencias de calidad y relevantes para el futuro, fomentar la diversidad y la inclusión, promover y proteger las prácticas democráticas, los derechos fundamentales y los valores académicos”. Por supuesto, admito que las universidades europeas han dado grandes frutos. A pesar de que éstos no son tan materiales como en otros lugares, en Europa las universidades han sido motor de cambio.

Pero, ojo: estamos en un momento de la historia en que empieza a cuestionarse si somos como deberíamos ser (en relación con los otros). Europa pierde fuelle y se debate si la manera como queremos construir el futuro es compatible con la que usan otros grandes bloques territoriales, China y Estados Unidos. Hace poco, la Comisión Europea encargó a Mario Draghi un informe sobre la competitividad del continente. Draghi debe sugerir qué hacer para que Europa sea más competitiva. Entregará su informe en junio, pero ya ha avanzado los pilares de su estructura. Podéis leer sobre ello en estas noticias: Eunews, Funcas, El País. También Enrico Letta acaba de entregar otro informe que la Comisión le había pedido con el mismo objetivo. Sigamos el tema. Esos documentos son los primeros pasos hacia una época de cambios en nuestra manera de ser y estar.

Parlamento Europeo. Image by Erich Westendarp from Pixabay

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