Los estudiosos de la tecnología

La tecnología la crean los científicos, ingenieros y los emprendedores. Pero hay gente que reflexiona y escribe sobre ella. Y sus reflexiones ayudan, nos permiten entender qué ocurre y tomar decisiones, tanto a nivel de empresa como por parte de los gobiernos, que tienen también como responsabilidad el impulso tecnológico de la economía. Os hago una referencia muy rápida a los autores y teorías históricas que a mí me parecen más relevantes.

Empiezo por Thorstein Veblen, el primer académico que hace más de 100 años analizó el papel de la tecnología. Lo hizo desde un punto de vista sociológico, y no económico. Decía que la tecnología era desarrollada por actores sociales, pero, en un círculo vicioso, esa tecnología determinaba sus valores y comportamiento. En 1989 publicó un ensayo[1] que puso las semillas de una línea de pensamiento económico nueva, la economía evolutiva. Otro libro[2] suyo reflexiona sobre esa gran herramienta humana que es la Ciencia.

  1. Why is Economics Not an Evolutionary Science
  2. The Place of Science in Modern Civilization

Quiero mencionar también a Nikolái Kondratiev, quién estudió a fondo los ciclos económicos propios del capitalismo. Kondratiev recopiló abundantes datos y pareció probar la existencia de esos ciclos largos. Los explicaba esencialmente por las grandes inversiones en bienes como fábricas o infraestructuras, que después de su uso a lo largo de los años, se convertían en obsoletas y debían ser reemplazadas. Los últimos años de la vida de Kondratiev fueron desgraciados, ya que pasó ocho años en la cárcel hasta que fue fusilado por órdenes de Stalin. ¿Su crimen? Su teoría decía que el capitalismo se reinventaba, más que moría. 

Otros académicos han tratado de explicar esos ciclos después de Kondratiev, con dos enfoques; el citado de la inversión en capital y el de la innovación (la llegada de nuevas tecnologías promueve el crecimiento económico).

Joseph Schumpeter, en los años 30 y 40 del siglo pasado, se centró en este segundo punto de vista. Dijo que cada revolución tecnológica crea sus correspondientes sectores industriales y comerciales, hasta que la tecnología se agota, afectando a esos sectores. Pero aparece rápidamente la siguiente revolución. Vio por tanto esa cadencia: Primero, unos pioneros definen nuevos conceptos y crean nuevos mercados, poco después llegan multitud de emprendedores con sus correspondientes soluciones y finalmente, todo se normaliza y las empresas se dedican a gestionar ese nuevo contexto. Pero pronto aparecerán nuevos emprendedores innovadores que con sus nuevas propuestas romperán con lo establecido. Por supuesto, detectó ciclos económicos en la economía, ondas provocadas por esas innovaciones y los emprendedores.

Una nueva tecnología llega y se esparce, se difunde. Se sabe desde la década de los 60 del siglo pasado la forma que tradicionalmente ha tenido la difusión de una novedad. Lo estableció un académico llamado Everett Rogers quién en 1962 publicó su tesis doctoral sobre difusión de las innovaciones. En ella, popularizó la famosa curva de campana relativa a los adoptantes de una novedad. Básicamente lo que dijo es que nosotros, el colectivo, el rebaño, actuamos siempre de una determinada manera cuando integramos algo nuevo. Están los innovadores, que son los primeros en adquirir esa novedad, y que constituyen la cola inicial de la curva en forma de campana. Después están los que la adoptan de forma temprana. La denominación en inglés de este colectivo –early adopters– se ha universalizado, a través del mundo de las startups. Rogers puso en el centro de su curva de campana a la mayoría temprana y a la mayoría rezagada. Finalmente, en la cola de la derecha están los tradicionales, los que siempre son últimos en adquirir cualquier novedad.

Christopher Freeman ha sido uno de los principales anclajes entre Schumpeter y el mundo académico moderno. Junto con Luc Soete, en 1974, escribieron un libro[1] que sentó las bases de las políticas públicas de ciencia, innovación y tecnología.

En 1962, Kenneth Arrow (más tarde, en 1975, premio Nobel de economía) redactó un par de artículos[2] que tuvieron gran influencia posterior. En ellos definió el papel del cambio tecnológico en el crecimiento económico y concretó las características del conocimiento como un bien público. Arrow indicaba las propiedades que le otorgaban ese carácter: no se agota, aunque se comparta, el coste marginal de un usuario adicional es prácticamente nulo y es difícil excluir a nadie de su uso una vez se ha hecho público. Arrow consideraba que la I+D (manera de obtener conocimiento) es una actividad que, si se deja en manos del sector privado, tenderá a ejecutarse por debajo de los límites socialmente deseables. El motivo son las dificultades que las empresas encuentran para apropiarse de los resultados de su actividad investigadora. Al respecto, entiende las patentes, ya que proporcionan incentivos a las empresas para innovar. Pero considera que tienen un alto coste derivados de su carácter monopolístico. El modelo de Arrow sugería que las patentes retrasaban la tasa de cambio tecnológico, precisamente por ese carácter protector.

Richard Nelson y Sidney Winter retomaron la visión de Schumpeter y la trasladaron a tiempos más cercanos. En 1982, publicaron un manual[3] que profundiza en la inclusión del cambio tecnológico en la teoría económica. Desarrollaron plenamente una teoría economía evolutiva; la economía siempre en movimiento, dónde el cambio se debe a la constante innovación. Además, remarcaron un hecho que el mundo actual de la tecnología constata: la tendencia a la concentración. Textualmente: “hay ganadores y perdedores en las industrias, y la alta productividad y rentabilidad de los ganadores confieren ventajas que hacen más probable el mayor éxito, mientras que el declive genera un mayor declive. Este proceso crea una tendencia a la concentración incluso en una industria inicialmente compuesta por muchas empresas de igual tamaño. Esa tendencia a la concentración es menor cuando las empresas se centran en imitar en lugar de innovar. Al mismo tiempo, las industrias con rápidos cambios tecnológicos tienden a crecer más concentradas que aquellas con un progreso más lento”.

Bengt-Åke Lundvall es un investigador sueco que desarrolla su labor en la Aalborg University de Dinamarca. Su gran aportación fue la definición en 1985 de los Sistemas Nacionales de Innovación. Esa idea enfatiza las relaciones entre agentes del sistema: empresas, administración pública, universidades y centros de investigación. La idea es todavía vigente y es utilizada para plasmar el potencial de un país para ser competitivo internacionalmente en el ámbito de la innovación y la tecnología.

William Abernathy y James Utterback analizaron qué ocurría cuando aparecían y desaparecían nuevas tecnologías. Ellos vieron tres etapas.[4] Primero, cuando aparece algo nuevo o cuando las empresas ven una nueva oportunidad en el mercado, se da una fase con propuestas de múltiples empresas. Cada empresa elabora un producto distinto, a veces muy distinto. Pero en un momento determinado se llega al diseño dominante. A partir de ese punto, todas las empresas dejan de buscar soluciones alternativas y se quedan con esa y tratan de diferenciarse de la competencia mejorándola. Pero, centrándose en cuestiones como las prestaciones y principalmente el coste.

Giovanni Dosi es otro de los grandes representantes de la economía evolutiva. Sus trabajos han puesto de manifiesto que la tecnología es el principal factor motivador del crecimiento económico. En una publicación de 1982,[5] aporta una nueva visión de las diferencias entre empresas en cuanto a la tecnología, al tratar de explicar el cambio tecnológico en base a paradigmas y trayectorias tecnológicas.

La gran aportación de Keith Pavitt, publicada en 1984,[6] es su taxonomía de empresas. En ella establece que tanto las fuentes como los objetivos de la innovación son distintos en cada sector. Esa tipología es una de las mejores herramientas para entender las diferencias entre empresas en estos ámbitos.

Las propuestas de Eric von Hippel[7] se hallan conceptualmente muy próximas a las de Keith Pavitt. Su punto de vista se resume diciendo que las fuentes de la innovación son muy variadas y que no es sólo el fabricante quién mejora los productos. Los clientes, los usuarios y los proveedores contribuyen a ese proceso de innovación. Y expresa que cada sector tiene unas fuentes de la innovación distintas a las de otros sectores. En cada sector, unas fuentes son más determinantes que otras.

Wesley Cohen y Daniel Levinthal, en un trabajo que a mí me parece precioso y que tuvo gran influencia posterior,[8] manifiestan que la I+D en la empresa no solo sirve para crear nuevos productos. Genera también conocimiento, capacidad de absorción, que permite estar al tanto de lo que hay en el exterior de la empresa, decidir si puede ser útil y, si hace falta, integrarlo en la compañía.

K. Prahalad y Gary Hamel dieron un vuelco en la visión tradicional de las grandes corporaciones multidivisionales.[9] Esas compañías habían focalizado en su organización y en sus unidades de negocio. Estos autores dijeron que la habilidad de las empresas para seguir y explotar las trayectorias tecnológicas antes descritas depende de sus competencias organizativas y tecnológicas específicas. La ventaja competitiva sostenible de las empresas reside en sus competencias nucleares.

David Teece, Gary Pisano y Amy Shuen establecieron[10] en 1997 el marco teórico de la idea de las capacidades dinámicas de las empresas. Su punto de vista es que las empresas son competitivas si son capaces de ajustarse al entorno cambiante, en toda una serie de elementos, cuestiones o capacidades. Su propuesta remarca la importancia del cambio dinámico y del aprendizaje de la organización.

Carlota Perez[11] es la mejor representante de las líneas de pensamiento de Schumpeter en la actualidad. Trabaja el impacto social y económico del cambio técnico y las condiciones que llevan al crecimiento, el desarrollo y la competitividad. Ha defendido también los ciclos económicos de Kondratiev.

En 2017, Eric von Hippel, tantos años después de su libro sobre las fuentes de la innovación, nos lleva a un presente (más bien a un futuro) distinto.[12] Nos habla de la participación de los individuales y las comunidades en la generación de innovación, la cual acaba siendo de uso libre.

[1] The economics of industrial innovation. The MIT Press; third edition (1997)

[2] Economic Welfare and the Allocation of Resources for Invention y The Economic Implications of Learning by Doing

[3] An Evolutionary Theory of Economic Change de Richard R. Nelson y Sidney G. Winter. Belknap Press: An Imprint of Harvard University Press, 1985

[4]  Abernathy, W.J. and Utterback, J.M. – Patterns of Innovation in Technology, Technology Review 1978.

[5] Giovanni Dosi. Technological paradigms and technological trajectories. Research Policy 11 (1982) 147-162

[6] Pavitt, K. (1984). Sectoral patterns of technical change: Towards a taxonomy and a theory. Research Policy 13, 343-373

[7] E von Hippel, 1988. Sources of Innovation. New York NY: Oxford University Press

[8] Wesley M. Cohen and Daniel A. Levinthal. Absorptive Capacity: A New Perspective on Learning and Innovation. Administrative Science Quarterly. Vol. 35, No. 1, Special Issue: Technology, Organizations, and Innovation (1990), pp. 128-152

[9] Prahalad, C. K. and Hamel, Gary, The Core Competence of the Corporation (1990). Harvard Business Review, Vol. 68, Issue 3, p. 79-91 1990.

[10] Dynamic Capabilities and Strategic Management. David J. Teece, Gary Pisano and Amy Shuen. Strategic Management Journal. Vol. 18, No. 7 (Aug., 1997)

[11] http://www.carlotaperez.org

[12] Free Innovation. The MIT Press Cambridge, Massachusetts 2017

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

This site uses Akismet to reduce spam. Learn how your comment data is processed.