La I+D pública y la productividad

Hace poco leíamos una columna de The Economist, con el título “Universities are failing to boost economic growth”. El subtítulo era: “Too often they generate ideas that no one knows how to use”. Esa columna comentaba un artículo científico concreto, publicado como Working Paper a finales de 2023: The Effect of Public Science on Corporate R&D, escrito por Ashish Arora, Sharon Belenzon, Larisa C. Cioaca, Lia Sheer y Hansen Zhang. Aunque sin citarlo, The Economist también se refería a otro trabajo, de 2019, de (casi) los mismos autores.[i] Ambos son Working Papers. Leyéndolos se percibe que el segundo es una evolución del primero. Algunas de las ideas iniciales han sido maduradas y expresadas de formas algo diferentes.

[i] The Changing Structure of American Innovation: Some Cautionary Remarks for Economic Growth. Ashish Arora, Sharon Belenzon, Andrea Patacconi, and Jungkyu Suh. NBER Working Paper No. 25893. May 2019, Revised August 2019

Imagen de Peter H en Pixabay

El abstract del artículo más reciente, de 2023, dice lo siguiente:

We study the relationships between corporate R&D and three components of public science: knowledge, human capital, and invention. We identify the relationships through firm-specific exposure to changes in federal agency R&D budgets that are driven by the political composition of congressional appropriations subcommittees. Our results indicate that R&D by established firms, which account for more than three-quarters of business R&D, is affected by scientific knowledge produced by universities only when the latter is embodied in inventions or PhD scientists. Human capital trained by universities fosters innovation in firms. However, inventions from universities and public research institutes substitute for corporate inventions and reduce the demand for internal research by corporations, perhaps reflecting downstream competition from startups that commercialize university inventions. Moreover, abstract knowledge advances per se elicit little or no response. Our findings question the belief that public science represents a nonrival public good that feeds into corporate R&D through knowledge spillovers.

Imagen de Denny Franzkowiak en Pixabay

Leo y releo la columna de The Economist así como los interesantes artículos científicos en los que se basa. Y pienso que The Economist no los ha entendido (o los tergiversa, debido a su ideología).

Los autores de esos artículos científicos recuerdan dos cosas: 1) la aplicación sistemática de la ciencia al avance tecnológico es una característica propia de las economías modernas y 2) la productividad se ha estancado en las décadas últimas. Los autores recuerdan que el siglo XX, hasta su parte final, se había caracterizado por la existencia de los departamentos de I+D de las corporaciones como generadores de importantes innovaciones tecnológicas. Pero, a partir de los años 80, muchas de las grandes compañías buscaron las innovaciones en el exterior. En concreto, en las universidades y en las startups. Y, con ello, dejaron de realizar I+D interna. Los autores ponen diversos ejemplos de cierres o externalización de departamentos corporativos de I+D en los últimos tiempos: Bell Labs, Xerox PARC, IBM o DuPont. Y nos recuerdan que las cifras también muestran esa tendencia. Así, entre 1980 y 2015, la inversión industrial en I+D básica y aplicada cayó de manera importante. Sin embargo, en el mismo período de tiempo, la I+D universitaria creció. Y también aumentó el número de patentes empresariales. Los autores lo explican por lo que llaman la emergencia de una nueva división del trabajo innovador: las universidades focalizando en investigación, las corporaciones en desarrollo y las spinoffs, startups y oficinas de transferencia de tecnología conectando ambos mundos. Pero los académicos que han escrito estos artículos afirman que esos nuevos instrumentos no han cubierto el gap dejado por el declive de los departamentos de I+D corporativos. Convertir el conocimiento de la I+D universitaria en aumentos de productividad no se ha dado de la manera esperada. Por supuesto, ello conlleva la necesidad de repensar la función de transferencia. Pero lleva a unas inferencias (desde mi punto de vista) mucho más importantes, que los propios autores exponen, en el apartado  de conclusiones.

Ese apartado de conclusiones del artículo científico de 2023 dice textualmente:

  • Este artículo muestra que, cuando hay un aumento de las invenciones relevantes generadas en el ámbito público, las empresas contratan menos científicos y producen menos patentes y publicaciones. Por el contrario, cuando hay un aumento del capital humano, las empresas tienden a emplear más científicos y producir más patentes y publicaciones. Sin embargo, el conocimiento público abstracto per se tiene muy poco efecto sobre las patentes corporativas, las publicaciones o el empleo de científicos.
  • Nuestro estudio destaca que el impacto de la ciencia pública en la innovación corporativa depende de los componentes que esa ciencia lleva incorporados. Así, mientras que las invenciones públicas (las patentes universitarias) parecen competir con la innovación corporativa, los investigadores de doctorado generados por el sistema público, así como el conocimiento científico mejoran los beneficios que las corporaciones obtienen de sus actividades internas de investigación.
  • Estos efectos compensatorios pueden resultar en un efecto neto relativamente pequeño de la ciencia pública en la innovación de las empresas. Sin embargo, el pequeño efecto neto oculta las diversas formas en que interactúan las inversiones públicas y privadas en I+D.
  • De hecho, la respuesta de las empresas a un incremento de la ciencia pública depende de su proximidad a la frontera tecnológica. Las empresas que se hallan en la frontera tienden a seguir invirtiendo en investigación e invención internas, incluso en presencia de abundante ciencia pública externa. Este resultado es consistente con el aumento observado en la investigación científica corporativa en campos tecnológicos emergentes como la inteligencia artificial y la computación cuántica.
  • Esa diferencia entre empresas en la frontera y otras empresas puede deberse a que las empresas situadas en la frontera tecnológica, al utilizar la investigación y la invención internas, generan mayores retornos marginales que otras empresas. Otra posible explicación es que esas empresas operan en tecnologías donde la I+D y la invención pública son menos abundantes, pero, a pesar de ello, hay abundante capital humano. En definitiva, las empresas de frontera pueden beneficiarse más que sus seguidoras del conocimiento público y de los doctorados capacitados para impulsar sus investigaciones e invenciones internas.
  • Por otro lado, las empresas que operan en campos tecnológicos dónde hay mayor actividad de invención pública también tenderían a recortar la investigación y el desarrollo internos. Naturalmente, estas empresas se beneficiarían menos de la expansión de la oferta de capital humano o de conocimiento público, pero responderían muy bien a los cambios en la invención pública.
  • Nuestros hallazgos también se relacionan con la creciente literatura sobre el crecimiento económico y la desaceleración de la productividad. El lento crecimiento de la productividad durante las últimas tres décadas o más, comparada con el crecimiento sostenido de la producción científica ha desconcertado a los observadores. Nuestros hallazgos apuntan a una posible razón. Romer (1990) y Jones (2022) destacan que la naturaleza no rival de las ideas es una potente fuente de rendimientos crecientes y crecimiento de la productividad. De ello se desprende que las fuentes más poderosas de rendimientos crecientes son las ideas que son ampliamente utilizables y cuya producción se financia con fondos públicos para que puedan ser de dominio público y estar disponibles para todos. Este es el argumento básico que subyace a la defensa del apoyo público a la investigación científica en las universidades.
  • Sin embargo, la historia del progreso técnico nos enseña que las ideas abstractas también son difíciles de utilizar. Las ideas deben adaptarse a usos específicos y, con frecuencia, deben incorporarse a personas y artefactos antes de que puedan ser absorbidas por las empresas.
  • Esa difícil adaptación de las ideas a los usos hace que finalmente las ideas tengan menor efecto en los retornos crecientes, convirtiendo ideas no rivales en inputs rivales, cuyo uso por parte de los competidores es más fácil de restringir. Nuestros hallazgos confirman que las empresas, especialmente aquellas que no están en la frontera tecnológica, parecen carecer de la capacidad de absorción para utilizar ideas suministradas externamente, a menos que estén incorporadas en capital humano o invenciones. El límite del crecimiento no es la creación de ideas útiles, sino más bien el ritmo al que esas ideas pueden incorporarse en capital humano e invenciones, y luego se asignan a las empresas para convertirlos en innovaciones.
  • En otras palabras, el crecimiento de la productividad puede haberse desacelerado porque los usuarios potenciales (las corporaciones privadas) carecen de la capacidad de absorción para comprender y utilizar esas ideas.
  • La pérdida de capacidad de absorción está relacionada en parte con la creciente especialización y división del trabajo innovador en la economía estadounidense. No sólo las universidades y los institutos públicos de investigación producen la mayor parte del conocimiento científico, sino que, en las últimas tres décadas, las invenciones financiadas con fondos públicos y las startups han ganado importancia como fuentes de innovación. Al mismo tiempo, muchas empresas han disminuido su investigación científica basal. Esa disminución de la investigación científica básica puede haber reducido su capacidad de absorción: su capacidad para comprender y utilizar los avances científicos producidos por la ciencia pública.
  • De ser así, la división del trabajo innovador entre universidades y empresas, donde las primeras producen conocimiento y las segundas aplican el conocimiento para inventar, parece funcionar mucho mejor para las empresas de frontera. En cambio, las empresas no fronterizas requieren que las universidades o las nuevas empresas conviertan las ideas en invenciones. Por lo tanto, la creciente especialización que involucra a universidades, nuevas empresas y empresas establecidas puede representar un desafío para mantener un ecosistema de innovación diverso y vibrante. La expansión de la ciencia pública puede ampliar la brecha entre las empresas fronterizas y sus seguidores, con ramificaciones para la competencia en el mercado de productos, así como para el ritmo y la dirección del progreso técnico.

Son unas conclusiones muy poderosas. Pero, siendo potentes, están totalmente relacionadas con lo que encontraron (tan lejos como en 1989) Wesley M. Cohen y Daniel A. Levinthal, en su glorioso artículo “Absorptive Capacity: A New Perspective on Learning and Innovation”. En cambio, son unas conclusiones que quedan lejos de lo que el resume de The Economist sugiere.  Si ese semanario hubiese entendido el artículo (o si no hubiese sido tendencioso), debería haber titulado su columna: “Las corporaciones deberían desarrollar de nuevo capacidades internas de I+D para aprovechar el conocimiento generado por las universidades y con ello aumentar la productividad”.

4 Replies to “La I+D pública y la productividad”

  1. Efectivamente esas ideas aparentemente positivas de reducir gastos para mejorar a corto plazo la rentabilidad suprimiendo actividades de investigación e incluso industriales han significado una perdida de la sostenibilidad e independencia de las corporaciones

  2. No entro a dar o no la razon a los articulistes USA,solo creo que extrapolar de forma directa potenciales efectos a causas concretas para sociedades diferentes puede ser una mala decision en politica publica.
    El factor cultural y el punto de arranque condicionan todo o quasi todo.
    Siempre me haces pensar amic. Gracies per fer-lo

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